Lo que distingue a la civilización de la barbarie es que en la primera las personas basan sus relaciones humanas en la persuasión y en la segunda las basan en la fuerza.
Mark Skousen
Sobre esta gran decisión, recae el peso de saber si su iniciativa será algo como lo que sucedía en USA y Argentina antes de los años 1930 o en estos mismos países luego de que abandonasen los principios que los hicieron grandes y los llevaran al lento y rápido declive que experimentan, respectivamente.
Nuestro emprendedor del ejemplo puede vivir en 2 tipos de territorios. Uno donde la propiedad privada está garantizada como derecho natural e inalienable.
Otro, donde no está tan clara su importancia y sea más trascendente la dictadura de las mayorías sobre las minorías, perdón, quise decir: la democracia.
En el primer tipo de territorio, nuestro pedagogo en ciernes tiene muchas de formas de crear una organización educativa: una red informal de padres, un sistema de clases esporádicas, una escuela, etc.
Todas ellas deben basarse en la persuasión de sus vecinos de pueblo sobre las bondades de su idea, su aplicación debe tener éxito y éste debe ser evidente para los usuarios o nuestro amigo perderá el auspicio social y económico de sus vecinos. Hasta aquí, está claro, todo acto realizado por las partes será voluntario y pacífico.
En el segundo tipo de territorio, el pedagogo puede seguir el mismo camino que en el caso anterior.
Pero también se le presenta la muy tentadora posibilidad de convencer a la mayoría del pueblo de pagar un valor muy pequeño entre todos, y convertir la educación algo obligatorio y con financiamiento fijo.
Hace campaña sobre el tema, vendiéndoles los beneficios (que son los mismos que en el caso anterior, ojo, ni uno más) de su idea, a sus vecinos. Entonces, organiza una votación directa sobre el tema o convence a la autoridad elegida mayoritariamente y logra que en ese pueblo la educación se financie con dinero tomado bajo amenaza de fuerza en forma de un impuesto a la educación, a todos los habitantes o a los más prósperos.
Este segundo caso parece legítimo, por ser democrático, pero es fundamentalmente lo opuesto al anterior. ¿De qué manera?
El segundo caso implica que usted ha sido elegido (le ha sido impuesto) por la mayoría para que usted sea (o sea también) quien financia esta iniciativa tan visionaria y urgente del aparato político.
Intente no pagar el impuesto y seguramente será puesto en manos de las autoridades, encarcelado o, en el mejor de los casos, molestado en sus otras actividades por los agentes del orden.
¿Qué otras implicaciones tiene esto?
Si usted cree que el “buen” uso de los impuestos (cabe preguntarse, ¿bueno según quien y para quién, y cuál es la prioridad de gasto?) lleva al desarrollo, analice lo siguiente:
La escuela va a tener un número de alumnos fijo, sin importar su desempeño. Los profesores van a tener un suelo fijo, sin importar su desempeño.
Esa escuela va a ser oficial, entonces se van a enseñar materias oficiales, como por ejemplo la lealtad al sistema político vigente y las bondades de la existencia de impuestos. De cómo deberían pagarse más impuestos, porque “no es justo que unos tengan (¿produzcan?) mucho y otros casi nada”.
De cómo escuelas “como ésta” fortalecen a nuestra nación y “la hacen vigorosa y unida”. De cómo nuestros mejores hombres y héroes no son esos “grises” personajes productivos con sus fábricas, negocios y logros personales en lo cultural, social y deportivo, sino los políticos (en especial los que lograron financiación para esta escuela) y militares.
La calidad de la escuela será cada vez más baja porque carece de incentivos para mejorar y por el contrario, tiene todos los incentivos necesarios para degenerar. Si alguna vez o durante un período fue buena, fue porque los profesores y padres habían aprendido a enseñar -los unos- y a evaluar la calidad -los otros- en el sistema preexistente.
Esa calidad, es cierto, podría incluso conservarse por años, pero sin eliminarse la politización de la misma. (La educación pública es el mejor método para implantar la mentalidad estatista y paternalista en una sociedad que se quiere domar. Ver Alemania Nazi, URSS, Cuba)
¿Qué pasa entonces, si la calidad ya empieza a declinar?
Hay que asignarle más presupuesto. Hay que reformarla y modernizarla.
Entonces, se toman más recursos de las personas productivas, para redistribuirlos en proyectos políticos como la escuelita, en detrimento de los educandos, los afectados por el impuesto y la sociedad entera, con las demás consecuencias de todo lo dicho anteriormente sobre el tejido social y su funcionamiento.
No es necesario listarlas. Han mantenido atrasadas a nuestras sociedades desde hace décadas.
¿Les suena conocido lo acontecido en el segundo tipo de territorio? Hemos vivido permanentemente en él. Incluso quienes más favorecen el libre mercado, la propiedad privada y los derechos del individuo en nuestros países, consideran que el Estado debería hacer “ciertas” cosas por el bien de la colectividad.
En cambio, otras personas, en países como Inglaterra, Argentina o USA, se atreven a pensar distinto y recordar que vivían de mejor forma antes del siglo XX.
Se lamentan de las oportunidades pérdidas, la pobreza que antes del crecimiento del Estado sobre sus sociedades no conocían o habían ya superado, los 170 millones de muertos en el siglo XX en guerras “democráticas” entre naciones enteras convencidas por sus gobiernos y militares de que la guerra era de ellos también (¿recuerda Ecuador vs. Perú?), el socialismo con sus nefastas consecuencias sico-sociales y el miedo a la aniquilación nuclear.
Y todo esto comienza con una simple escuelita del pueblo impulsada por medios políticos y no económicos.
Una escuelita estatal no es tan peligrosa, pero sí la mentalidad que la justifica y alimenta. Esa sí que es letal para la civilización.
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