Es un error común pensar que ciertos bienes, como los diamantes, tienen inherentemente un costo de producción más alto que otros, como el agua, y que esto determina su precio en el mercado. Sin embargo, esta visión simplista ignora la complejidad y la variabilidad de las circunstancias económicas reales. Primero, asumir que todos los miembros de una categoría de bienes (como “todos los diamantes” o “todo el pan”) comparten un valor universal es un error.
Históricamente, ha habido situaciones en las que los diamantes se encontraban en abundancia en el suelo, con un costo de producción cercano a cero, mientras que el agua era extremadamente escasa y costosa de obtener. La economía moderna ya no opera bajo generalizaciones vagas sino que se enfoca en situaciones específicas y en las unidades disponibles de cada bien. Además, la noción de un “precio natural” o necesario es un concepto obsoleto.
Los precios son determinados por valoraciones subjetivas y la interacción entre la oferta y la demanda en un mercado libre. Esto se conoce como la ley de utilidad marginal, descubierta en 1871 por tres economistas europeos, que marcó el fin de las teorías económicas clásicas y sus enfoques materialistas y deshumanizados.
El valor, entonces, es un fenómeno individual y subjetivo, una combinación de significado y prioridad. Los diamantes suelen ser más caros que el pan o el agua no porque posean un valor intrínseco superior, sino porque en la mayoría de las situaciones, los panes y el agua son abundantes mientras que los diamantes son escasos. Sin embargo, si un ser humano se encuentra en una situación donde el acceso al pan o al agua está restringido, el valor de estos últimos superará al de cualquier cantidad de diamantes.
Jevons, Menger y Walras
Esto es especialmente cierto en contextos de supervivencia, donde la prioridad se desplaza hacia los recursos más críticos para la vida. Este entendimiento se basa en la Revolución Marginalista de 1871, también conocida como el descubrimiento de la ley de utilidad marginal. Este concepto revolucionario introdujo la idea de que los seres humanos toman decisiones en el margen, es decir, evaluando el beneficio adicional (utilidad marginal) que les proporcionará el consumo/uso/asignación a sus fines individuales y únicos, de una unidad adicional de cualquier bien.
Por tanto, la economía moderna rechaza la idea de un precio “natural”* o inherente a los bienes y acepta que el valor es determinado por las circunstancias individuales y la percepción subjetiva de utilidad. La escasez relativa, más que el costo de producción, juega un papel crucial en este proceso de valoración. En conclusión, la valoración de bienes como el agua y los diamantes no puede simplificarse a una cuestión de costos de producción.
El verdadero valor reside en la percepción subjetiva y las necesidades individuales, fluctuando según las circunstancias. Reconocer esta realidad compleja y dinámica es esencial para comprender los principios fundamentales de la economía y el comportamiento humano.
*Para Ricardo, el precio natural de un bien es aquel que cubre los costos de producción, incluyendo los salarios, el capital (beneficio) y la renta de la tierra, permitiendo así su reproducción sin expansión ni contracción. Este precio es distinto del precio de mercado, el cual puede fluctuar debido a las condiciones temporales de oferta y demanda.
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