Nota de JFC previa al texto central: las respuestas al blog post original del tema en el blog de mi prof. Adrián Ravier son decidoras. Dice mucho que éstas no tocan ninguno de los puntos de Hoppe sino que intentan subrayar ya conocidos aportes o enfoques de F.A. Hayek -de cuya capacidad intelectual nadie duda, y por la cual precisamente se esperaría más rigor en esos temas- o intentan defender a Hayek -el hombre- que no está bajo ataque.
Eso queda demostrado en fragmentos como “…Hayek, como europeo del mundo viejo, claramente tenía mejor y más amplia educación. Mientras Friedman era un economista-economista, Hayek era un verdadero intelectual, bien leído no sólo en economía sino en historia intelectual, psicología, filosofía, sociología y leyes” donde claramente vemos una alta estima de Hoppe por la inteligencia y formación cultural de F.A. Hayek.
Lo que se “ataca” o evalúa duramente es el mito o leyenda alrededor de Hayek. Y desde luego, las actitudes de sus seguidores (los “hayekianos”) que no admiten ningún tipo de análisis crítico de este tipo, a diferencia de los seguidores de Mises y Rothbard que han desmenuzado las ideas de ambos sin ningún tipo de tapujos parecidos, para reemplazarlas o mejorarlas.
El video (y transcripción de texto) del prof. Hoppe hace entonces algo muy distinto, ofrece una demoledora crítica de las ideas de Hayek en uno o dos ámbitos cruciales: su filosofía política o ético-legal (por sus definiciones poco rigurosas, internamente contradictorias y finalmente, instrumentales al poder político, en especial, a los banqueros centrales) y paralelamente o resultante de aquella, su economía política (institucional) -algo inevitable por su apego a Wieser y no a su otro maestro, E. von Böhm-Bawerk- en la provisión forzosa de una serie casi innumerable de servicios (¿o “servicios”?) estatales.
Desde luego queda al lector sacar su propio balance, así como tengo yo el mío propio sobre el tema (y sobre autores como Adam Smith, Milton Friedman y el propio F.A. Hayek) que es enteramente individual -como no podría ser de otro modo- del que tienen de todos mis profesores y/o intelectuales admirados como han sido Juan Carlos Cachanosky, George Reisman, Murray N. Rothbard y el propio Hans-Hermann Hoppe.
Sin más preludios, aquí va la transcripción de la conferencia de Hoppe sobre “El Mito de Hayek” presentada en la PFS 2012.
El Mito de Hayek
Por Hans-Hermann Hoppe
Como la mayoría de ustedes sabe, yo era de izquierda durante los últimos años de secundaria y los primeros años en la universidad; y cuando gradualmente fui descubriendo los errores de la izquierda, fui buscando alternativas. Y encontré, por su frecuente presencia en la prensa, a Milton Friedman y Friedrich Hayek, como los antagonistas de principios y alternativas a todo lo socialista. Y de hecho encontré muchos buenos argumentos en sus escritos para combatir la izquierda predominante en ese tiempo.
Y fue a través de Friedman y Hayek que eventualmente descubrí a Mises, y finalmente a Rothbard. Entonces tengo que decir que debo, intelectualmente, algo a Friedman y Hayek. Pero ese no es mi tema hoy.
En vez de eso, quiero analizar por qué ambos, Friedman y Hayek, eran presentados en ese tiempo, hace casi 40 años, e incluso más en estos días—especialmente en Europa, pero también en los EE.UU.—como los opositores más radicales contra la izquierda, mientras, como luego me di cuenta rápidamente y mostraré en breve, Friedman y Hayek son en realidad parte de la izquierda, por supuesto, no de la versión fuerte tradicional marxista de la izquierda, sino de la versión suave, social-demócrata, redistribucionista del socialismo.
Friedman, de hecho, es más conocido que Hayek. Si uno busca en Google, Friedman tiene casi 30 millones de menciones, mientras Hayek tiene 7 millones de menciones. Creo que Friedman es en parte más conocido que Hayek porque es un escritor más claro, y en parte porque es norteamericano, algo que siempre ayuda en estos tiempos, pero me quiero concentrar en Hayek.
Y por eso, desde mi punto de vista, ellos ofrecen cualquier cosa menos una alternativa de principios contra el socialismo y la izquierda. A esto se le puede llamar “el Mito de Friedman y Hayek.”
Aquí me dedicaré sólo a la mitad del mito, al Mito de Hayek.
Y ¿por qué me quiero concentrar en Hayek? Porque según yo lo veo, Hayek es un pensador más importante, y su fama durará más que la de Friedman. Por un lado, Hayek era mejor economista. Mientras Friedman hasta su muerte en el 2006 seguía cantando loas a Greenspan y Bernanke, mucha gente inspirada por Hayek y por la teoría de Mises-Hayek sobre el ciclo económico había previsto ya la gran recesión que venía—y que aún continúa.
Pero aún más importante, porque Hayek, como europeo del Viejo Mundo, claramente tenía mejor y más amplia educación. Mientras Friedman era un economista-economista, Hayek era un verdadero intelectual, bien leído no sólo en economía sino en historia intelectual, psicología, filosofía, sociología y leyes. Pero no es su economía técnica lo que los hizo famosos, sino sus excursiones en el campo de la teoría política.
Por eso me concentraré en Hayek como teórico político, y específicamente en su Constitución de la Libertad y en sus tres volúmenes de Derecho, Legislación y Libertad que generalmente son consideradas las contribuciones más importantes de Hayek al campo de la teoría política.
Primero quiero mostrar que a pesar de varias cosas interesantes que pueda decir, Hayek es un pensador fundamentalmente confundido y desordenado. Esto se hace claro cuando revisamos sus definiciones y elaboraciones sobre el concepto de libertad y coerción.[1]
Hayek define libertad como la ausencia de coerción, hasta allí todo bien; sin embargo, contrariamente a una gran tradición de pensamiento liberal clásico, él no define coerción como la amenaza o iniciación de violencia física contra la propiedad o persona.
Él no la define como un ataque contra la propiedad legítimamente adquirida mediante apropiación originaria, producción o intercambio voluntario. En vez de eso, él da una definición cuyo único mérito es su ambigüedad y poca claridad.
Por coerción “queremos decir el control del ambiente o circunstancias de una persona por parte de otra que, para evitar un mal mayor, es forzada a actuar no siguiendo sus propios planes, sino para servir los fines de otro.” O “coerción ocurre cuando las acciones de un hombre son hechas para satisfacer la voluntad de otro hombre, no para él mismo sino para los propósitos del otro.”[2] Y libertad es “un estado en el que cada persona puede usar su propio conocimiento para sus propósitos.”[3]
Ahora, lo que uno inmediatamente nota en esta definición de libertad y coerción es que no dicen nada respecto a “acciones,” “escasez,” “bienes” y “propiedad”; en vez de eso, coerción se refiere a configuraciones específicas de deseos subjetivos, o planes, o planes que entran en conflicto, o pensamientos, o pensamientos que entran en conflicto, y expectativas; luego -con estas descripciones subjetivas -términos subjetivos- tal definición es inútil por las siguientes razones.
Primero, es completamente inútil como guía para la acción, es decir, es inútil para responder a la pregunta “¿qué estoy permitido a hacer aquí y ahora si no quiero cometer un acto coercitivo?”
Porque en general no conozco la voluntad o los planes de otros, y en cualquier caso, conocer los planes de otros sería absolutamente imposible; incluso si quisiera, nunca podría saber, al iniciar mi acción, si lo que estoy planeando hacer implica un acto coercitivo contra alguien más.
Pero, los individuos, obviamente, deben estar permitidos de actuar de forma correcta antes de conocer los planes de los demás. Y para que esto sea posible, el criterio para distinguir libertad por un lado, y coerción por otro lado, debe ser un criterio objetivo; debe hacer referencia a un evento que posee una descripción física y sobre cuyo resultado el actor debe poseer control físico.
Segundo, la definición de Hayek también es inútil como criterio retrospectivo de justicia, esto es, no puede responder a la pregunta ¿es justificada la acusación de A contra B? o ¿quién es culpable y quién es inocente? o ¿qué tipo de compensación o castigo es adecuado? Dado que la definición de Hayek no contiene ningún criterio físico intersubjetivamente comprensible, sus juicios son completamente arbitrarios, los criterios de Hayek sobre liberad y coerción son compatibles con prácticamente toda situación física real. No pueden, sin embargo, hacer distinciones reales en el mundo real.
Correspondientemente confusos y contradictorios son, entonces, los intentos de Hayek de aplicar sus definiciones. Al aplicar sus definiciones, Hayek, por un lado llega a la conclusión que el inicio o la amenaza de violencia física constituye coerción, bien. “Coerción ocurre cuando bandas armadas de conquistadores hacen que los súbditos trabajen para ellos, cuando mafiosos organizados imponen cupos a cambio de ‘protección,’ ”[4] y así por el estilo; bien.
Por el otro lado, él clasifica actos de amenaza o iniciación de violencia física, tales como el servicio militar obligatorio, o impuestos, como no-coercitivos, siempre y cuando la víctima de tales agresiones hubiese esperado el resultado y se hubiese ajustado a la situación.
Decir eso es una atrocidad. Mencionaré esos pasajes más adelante.
Además, por un lado, Hayek identifica violencia física con coerción; y por otro lado, no acepta la ausencia de violencia física o daños como criterio de no-coerción: “la amenaza de fuerza física no es la única forma en que la coerción puede ser ejercida,”[5] incluso si A no ha cometido agresión física contra B o su propiedad, puede ser culpable de coerción.
Según Hayek ese es el caso cuando A es culpable de ayuda omitida respecto a B, esto es, cuando no ha dado a B los bienes y servicios que B esperaba de él y que consideraba como “crucial para mi existencia o preservación de lo que yo más valoro.”[6]
Ahora, Hayek dice que sólo hay un pequeño número de casos que se ajustan a ese criterio. Él da dos ejemplos: el dueño de una mina en un pueblo minero, que decide despedir un trabajador, supuestamente comete un acto de coerción;[7] y de igual forma es supuestamente coercitivo que el dueño de la única fuente de agua en un desierto no quiere vender su agua, o si rechaza venderla al precio que los otros consideran justo.[8]
Ahora, debe ser obvio, se requiere poca imaginación para entender que el criterio de Hayek incluye todos los casos.
Cualquier acción pacífica que una persona pueda hacer puede ser interpretada por otros como coerción, porque toda actividad es al mismo tiempo, siempre, la omisión de innumerables actividades alternativas que él podría haber hecho, y toda omisión se convierte en coerción cuando al menos una persona reclama que la ejecución de lo que él no ha hecho, la ejecución de la omisión, era “crucial para la preservación de lo que yo más valoro.”
En cualquier caso, ambas, ayuda omitida y violencia física, son categóricamente definidas como coerción, sin embargo, entonces obviamente, contradicciones inescapables se presentan. Si la omisión de A constituye coerción hacia B, entonces obviamente B debe poseer el derecho de defenderse contra la coerción de A.
La única defensa de B es que pueda usar violencia física contra A, que ha omitido hacer ciertas cosas.
Pero entonces, los actos de violencia física ya no serían clasificados como coerción.
En vez de eso, la violencia física sería defensa. Y en este caso, coerción sería la negación pacífica de entrar en intercambio; y también sería coerción si alguien trata de defenderse contra un intercambio forzoso impuesto sobre él.
Por otro lado, si la violencia física fuese definida como coerción, entonces B no estaría permitido a defenderse de las omisiones de A. Y si B de todas formas trata de hacerlo, entonces el derecho a defenderse recaería en A. Pero en este caso, por supuesto, las omisiones no constituirían coerción.
Contradicciones terribles.
Ahora, de esas contradicciones conceptuales emerge la absurda tesis de Hayek sobre la inevitabilidad de la coerción, y su correspondiente, igualmente absurda justificación del gobierno. “La coerción, sin embargo, no puede ser evitada totalmente porque la única forma de prevenirla es con la amenaza de coerción. La sociedad libre ha resuelto este problema otorgando el monopolio de violencia al Estado, y tratando de limitar el poder del Estado a casos donde se requiere limitar la coerción en manos de agentes privados.”[9] Ahora, de acuerdo a ambas definiciones de coerción de Hayek, esa tesis no tiene sentido.
Si ayuda omitida representa coerción, entonces coerción en forma de violencia física, se vuelve necesaria y no sólo inevitable. Pero, si la iniciación y amenaza de violencia física se define como coerción, entonces sí puede ser evitada. Primero, porque cada persona posee control sobre si atacará, o no, físicamente a otra persona. Y segundo, porque cada persona tiene derecho a defenderse con todos sus medios contra el ataque físico de otro.
Es sólo inevitable que, siempre y cuando exista agresión física, también habrá necesidad de defensa física. Pero la inevitabilidad de violencia defensiva no tiene nada que ver con la supuesta inevitabilidad de la coerción, a menos que uno confunda la diferencia categórica entre ataque y defensa, y afirme que la amenaza de defenderse uno mismo en el evento de un ataque sea lo mismo que una amenaza de ataque.
Ahora, si la violencia física es prohibida, entonces, de eso se sigue que uno está permitido a defenderse contra ella. Es absurdo clasificar ataque y defensa bajo la misma rúbrica de coerción.
Defensa es a agresión lo que el día es a la noche.
De la inevitabilidad de la defensa no se desprende ninguna justificación para el monopolio gubernamental de la coerción.
Al contrario, un gobierno no es de ninguna manera simplemente un monopolio de defensa que ayuda a los individuos privados a evitar gastos en defensa de otra forma inevitables, porque el gobierno tiene obviamente que cobrar impuestos a la gente para tener los medios para defender a otra gente; y el monopolio de coerción del gobierno incluye, en particular, el derecho del Estado a usar violencia contra ciudadanos privados, y la obligación complementaria, por parte de los ciudadanos, a no defenderse de los ataques del gobierno.
Pero ¿qué tipo de justificación para un gobierno es eso de que si una persona se rinde incondicionalmente a un atacante, puede ahorrar gastos de defensa de otra forma inevitables?
Ahora, sobre el tema de las funciones del gobierno. Según Hayek, el gobierno es necesario no simplemente para hacer cumplir las leyes y organizar la defensa contra enemigos externos, sino que en una sociedad avanzada el gobierno debe usar su poder de recaudar fondos mediante el cobro de impuestos para proveer un número de servicios que por diferentes razones no puede ser proveídos, o no pueden ser proveídos adecuadamente, por el mercado.
Ahora, como en todo momento hay un número infinito de bienes y servicios que el mercado no puede proveer, Hayek da al gobierno prácticamente un cheque en blanco.
Entre tales funciones están: protección contra la violencia, epidemias, desastres naturales como inundaciones y avalanchas; pero también varias de las amenidades que hacen tolerable la vida en una sociedad moderna: carreteras, estándares de pesos y medidas para el comercio, y varios tipos de información que van desde registros de tierras, mapas, estadísticas, hasta la certificación de calidad de ciertos bienes y servicios ofrecidos en el mercado.
Funciones adicionales del gobierno son: asegurar un ingreso mínimo para todos; el gobierno debe distribuir sus ingresos de tal forma que pueda gastar cuando la inversión privada es lenta; financiar las escuelas y la investigación; hacer cumplir la regulaciones de los edificios y viviendas, y las regulaciones alimentarias; debe encargarse de la certificación de ciertas profesiones; regular la restricción de la venta de ciertos bienes peligrosos, como armas, explosivos, venenos y drogas; así como regulaciones sanitarias y de salud en el proceso productivo; y el aprovisionamiento de teatros, parques de deportes, y así por el estilo—prácticamente no se le escapa nada; y debe hacer uso de su poder de dominio eminente (“eminent domain”), es decir, de expropiación de tierras, para mejorar el bienestar común. También considera que hay ciertas razones para creer que con el incremento general en riqueza, y de la densidad de la población, la porción de todos los bienes que pueden ser satisfechos sólo por la acción colectiva (forzosa) seguirá aumentando.
Aún más, el gobierno debe implementar un sistema extensivo de seguro obligatorio, supuestamente coerción para evitar mayor coerción; viviendas subsidiadas es una posible tarea para el gobierno; y también, el planeamiento y la regulación de zonas en la ciudad son consideradas funciones apropiadas del gobierno, siempre y cuando la suma de las ganancias sea mayor que la suma de las pérdidas—sólo Hayek sabe cómo calcular eso. Y finalmente, el aprovisionamiento de las oportunidades para la recreación, la preservación de la belleza natural, o sitios históricos, o el interés científico, parques naturales, reservas naturales, etc. son también legítimas tareas del gobierno.[10]
Adicionalmente a eso, Hayek insiste que reconozcamos que es irrelevante qué tan grande es el gobierno, o si crece y qué tan rápido crece; lo único que importa es que las acciones del gobierno satisfagan ciertos requerimientos formales. “Es el carácter, en vez del volumen, de la actividad del gobierno, lo que es importante.”[11]
El cobro de impuestos, y el porcentaje de impuestos, para Hayek no son un problema. Los impuestos, y de igual forma el servicio militar obligatorio, pierden su carácter de medidas coercitivas si son, “cuando menos, predecibles”, y se hacen cumplir sin tener en cuenta de cómo el individuo, de otra forma, hubiera empleado su energía.
Esto les quita la naturaleza maligna de coerción. Si la necesidad conocida de pagar cierto monto de impuestos se vuelve la base de todos mis planes, si un periodo de servicio militar es una parte predecible de mi carrera, entonces puedo seguir un plan general de vida que yo mismo he elaborado y ser tan independiente de la voluntad de otra persona como los hombres han aprendido a ser en sociedad.”[12]
Así, si tú sabes que serás esclavizado por veinte años, te puedes ajustar a eso; si sabes que los impuestos son el 90% y te puedes ajustar a eso, entonces eso no es coerción. ¿Qué tan ridículo se puede ser?
Ahora debe ser claro en este punto que la afirmación de que Hayek es un libertario radical, un liberal radical, y un oponente de principios contra la izquierda socialista, es plenamente ridículo.
Luego, la pregunta que surge es, ¿cómo es que este mito existe?
Voy a especular.
La respuesta más obvia es que los periodistas y los medios de comunicación que propagan esos mitos simplemente no saben de lo que están hablando, y que unos copian lo que otros dijeron antes.
Pero eso, a pesar de que hay cierta verdad en ello, no explica cómo ese mito puede aparecer en un primero momento, y por qué es tan persistente; alguien debe estar interesado en ese mito y su persistencia.
Permítanme sugerir otra posible explicación.
Pónganse en el lugar de la izquierda igualitaria dominante de todos los partidos políticos—y no hay partidos que no sean de izquierda en estos días.
¿Qué harían para mantener, o incluso mejorar, su posición dominante, en vista del hecho de que no pueden lograr uniformidad completa y total en la opinión pública?
Yo haría algo así: primero, identificaría los oponentes más peligrosos que tiene la izquierda, y los excluiría tanto como pueda del discurso público ignorándolos, no mencionándolos, y haciendo que no puedan alcanzar ninguna posición de influencia.
Antes de la internet, eso era comparativamente fácil de lograr.
Mises y Rothbard, por ejemplo, que son tales peligrosos individuos eran raramente mencionados y era extremadamente difícil encontrar sus libros en las bibliotecas, o incluso saber de su misma existencia.
Segundo, trataría de delimitar el rango del discurso legítimo, educado y civilizado, identificando ciertos individuos prominentes que yo pueda presentar como enemigos peligrosos, pero que en realidad tienen ideas confusas y que carecen de principios suficientes, que puedo fácilmente debatir y atraparlos en contradicciones constantes y concesiones a mi propias metas programadas de izquierda.
Esto me hace parecer tolerante, y de “mente abierta,” por supuesto. Y siempre puedo ganar un debate, señalando que incluso esos enemigos están de acuerdo con mis premisas fundamentales.
Todos ustedes conocen esas estrategias. Típicamente toman la forma de: “pero incluso Hayek y Friedman admiten esto, y no niegan eso otro; ¿qué más se puede decir? ¡ellos son ya los enemigos peligrosos; ir más allá, es absolutamente imposible!”
Y respecto a esos tales llamados enemigos—elegidos por la izquierda como los oponentes oficialmente aprobados, los enemigos que la izquierda ama odiar. Ellos ganan prominencia, respeto, y se vuelven ellos mismos parte del Establishment, con acceso no sólo a los medios de comunicación, sino a los más altos rango del poder estatal.
Así tenemos a Hayek y Friedman, y Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Y otra pista: Helmut Schmidt, el canciller socialdemócrata de Alemania en esos tiempos, en el cumpleaños número 80 de Hayek le escribió un telegrama diciendo “ahora todos somos hayekianos,” y eso era lo que realmente sentía, ¡así era!
Luego, esa gente se convierte en los invitados favoritos en todo tipo de reuniones oficiales y conferencias; y de hecho si ustedes observan las conferencias de los hayekianos y friedmanianos en estos días, verán que son regularmente auspiciados o co-auspiciados por diferentes organismos gubernamentales y funcionarios.
Y ellos y sus seguidores devuelven los favores a la izquierda participando en las prácticas exclusionarias contra los enemigos reales, genuinos y peligrosos de la opinión pública dominante de izquierda.
Ciertamente Hayek y Friedman, pero también muchos de sus seguidores, conocen a gente como Mises y Rothbard, pero si es que acaso los mencionan en algo, típicamente dicen unas cuantas cosas buenas seguidas rápidamente de muchos comentarios negativos.
Hayek, por ejemplo, menciona a Rothbard en un par de pies de página, en total, en todas sus obras. Y en el prefacio del libro de Mises, Socialismo, y en las Memorias de Mises, Hayek dice que Mises había cambiado su forma de pensar y que había renunciado a su racionalismo excesivo, aunque no hay absolutamente nada que demuestre tal cambio en Mises.
Y Friedman, siempre ignoraba y trataba de burlarse de Mises, quien se había referido a él y a su gente, en la Sociedad Mont Pelerin, como nada sino “un manojo de socialistas.”
El mismo tipo de calificaciones ustedes pueden encontrar en los líderes de la Fundación Hayek de Alemania. Hayek es alabado como el más grande filósofo y economista de la libertad en el siglo veinte, y tal vez de toda la historia humana; y Murray Rothbard: unos pocos comentarios halagadores, buen economista… pero todo lo que dice termina en absurdo. Sin dar ninguna explicación de cuál es ese absurdo.
El estilo siempre es el mismo: lo reconoces, dices una palabra bonita, pero en la siguiente línea dices “pero básicamente son unos pobres locos.”
En cualquier caso, lo que los friedmanianos y los hayekianos, e incluso más sus actuales seguidores, estos días, en vez de juntarse con extremistas maleducados y anarquistas, como Mises y Rothbard y sus asociados, prefieren asociarse con políticos de alto rango, con banqueros centrales y con proselitistas de la guerra; miren simplemente las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin, y verán esos grupos de gente.
Hubo otra conferencia sobre Hayek en Obergurgl, Austria, el conferencista principal fue Václav Klaus, que estuvo a favor de los Decretos de Benes, que expropiaron a los alemanes en la entonces Checoslovaquia, y los otros dos conferencistas principales son gente que trabajan para el Banco de Inversiones Europeo y la cabeza de un banco austriaco bien conectado al gobierno.
Ese es el tipo de conferencias que los hayekianos organizan.
Ahora, ¿qué hacer entonces? Debemos decir las cosas como son. Y en la era de la internet, no es posible ignorarnos completamente.
Así romperemos esta alianza dañina entre la izquierda dominante y su oposición radical de libre mercado oficialmente designada y aprobada.
Sin duda, esto nos traerá la animadversión de los líderes del movimiento hayekiano y friedmaniano, pero también hace posible ganarse a los espíritus confundidos de esos movimientos, que encontraron a Hayek y Friedman primero, pero que también ven que hay problemas con ellos, y que buscan una salida.
¿Y qué debemos decir? Aquí utilizaré las palabras de Rothbard. Antes de que La Constitución de la Libertad fuese publicado, el manuscrito fue enviado a Rothbard. Y Rothbard escribió dos memos sobre el manuscrito. Uno fue una crítica página a página, que fue enviado al mismo Hayek—no creo que Hayek adoptara algo de eso.
El segundo fue un memo interno enviado al Volker Fund, que pagaba el salario de Hayek en esa época, y básicamente pedía que cortaran los fondos a Hayek. Mencionaré la primera oración y luego el último párrafo del memo interno que Rothbard envió al Volker Fund.
“La Constitución de la Libertad de F.A. Hayek, es sorprendente y angustiosamente un libro extremadamente malo, y yo diría hasta maligno.” Esa es la primera oración.
Ahora el último párrafo:
“Esa, entonces, es la fachada que F.A. Hayek presentará al mundo en su La Constitución de la Libertad. Una fachada que si yo fuese un joven interesado por primera vez en asuntos políticos, y leyera esto como el mejor producto de la “extrema derecha” [Murray se refiere aquí algo irónicamente al movimiento libertario como la extrema derecha] yo me convertiría en un ferviente seguidor de la izquierda inmediatamente, y creo que así harían todos. Por eso considero que es un libro peligroso y por eso creo que los de la derecha deben atacar este libro con mucha vigorosidad cuando aparezca, en lugar de lo que estoy seguro ellos harán: aplaudirlo como muchos como focas amaestradas. Porque (1) Hayek ataca el laissez-faire, y ataca o ignora a los verdaderos libertarios. Por tanto, creando la línea “incluso Hayek admite…” y (2), su argumento está basado en un menoscabo o relego de tanto la razón como la justicia, de tal forma que cualquiera interesado en razón o en justicia tenderá a oponerse al libro completo. Y debido a la gran prominencia de Hayek en el mundo intelectual, cualquier falla de los de “extrema derecha” en atacar el libro, con el vigor implacable que merece, sin duda perjudicará la causa de la derecha que todos nosotros consideramos querida.”[13]
Y lo mismo se aplica a Friedman; pero les ahorraré tiempo, el caso de Friedman es incluso peor que el de Hayek.
Muchas gracias.
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Video original (inglés):
Notas:
[1]Consultar Murray Rothbard. “F.A. Hayek and the Concept of Coercion,” en The Ethics of Liberty (New York: New York University Press, 1998) pp. 219. http://mises.org/rothbard/ethics.pdf
[2]F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17. Hamowy Ronald, Ed. (London: Routledge, 2011) pg. 199.
[3]F.A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 1 (Chicago: University of Chicago Press, 1973), pp. 55-56.
[4]F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17. Hamowy Ronald, Ed. (London: Routledge, 2011) pg. 204.
[5]Ibid, pg. 202.
[6]Ibid, pg. 203.
[7]Ibid, pg. 204.
[8]Ibid. pg. 203.
[9]Ibid, pg. 71.
[10]Ver, Part III “Freedom in the Welfare State.” F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17. Hamowy Ronald, editor. (London: Routledge, 2011).
[11]Ibid, pg. 331.
[12]Ibid, pg. 210.
[13]Rothbard, Murray. “Confidential Memo on F.A. Hayek’s Constitution of Liberty.” En Murray N. Rothbard Vs The Philosophers, Unpublished Writings on Hayek, Mises, Strauss and Polanyi. Modugno, Roberta, Ed. (Auburn, Al.: Ludwig von Mises Institute, 2009) Pg. 61. http://mises.org/document/4983/
Addenda: Aquí una crítica más extensa y elaborada del prof. Hoppe al pensamiento político (y legal) de Hayek.
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