Amor e Interés
La Falsa Concepción del Amor como Desinteresado e Incondicional destruye su Sublime Valor
Por: Gary Hull, Ph.D.
Cada año en el día de San Valentín, se comete un crimen filosófico. De hecho, se comete durante todo el año, pero su destructividad se ve aumentada en esta fecha. Este crimen es la propagación de una falsedad ampliamente aceptada: la idea de que el amor es desinteresado. El amor, se nos repite constantemente, consiste de auto-sacrificio. El amor basado en interés personal, se nos advierte, es barato y sórdido. El amor verdadero, nos dicen, es altruista. ¿Lo es?
Imagina una tarjeta de San Valentín que se tome esta idea en serio. Imagínate recibir una tarjeta con el siguiente mensaje: “No obtengo ninguna satisfacción de tu existencia. No recibo ningún disfrute personal de la forma en que te ves, te vistes, te mueves, actúas o piensas. Nuestra relación no me beneficia. No satisfaces ninguna necesidad sexual, emocional o intelectual mía. Eres sujeto de caridad para mí y estoy contigo sólo por lástima. Besos, XXX.”
No es necesario decirlo, pero tú estarías indignado de saber que estás siendo “amado”, no por algo positivo que ofreces a tu pareja, si no -como cualquier receptor de dádivas-, por lo que a ti te hace falta. Y sin embargo esa es la visión perversa del amor implicada en la creencia de que el amor es auto-sacrificio.
El amor auténtico es el exactamente lo opuesto. Es la experiencia más egoísta posible, en el verdadero sentido del término: beneficia tu vida de una forma que no implica sacrificio de otros hacia ti ni de ti hacia otros.
Amar a una persona es egoísta porque significa que valoras a esa persona en particular, que él o ella hace tu vida mejor, que él o ella es una fuente de alegría personal para ti. Un amor “desinteresado” es una contradicción en términos. Uno no puede ser neutral hacia algo que valora. El tiempo, esfuerzo y dinero que uno utiliza para alguien que uno quiere no son sacrificios, si no acciones tomadas porque su felicidad es crucialmente importante para la tuya propia. Tales acciones sólo serían sacrificios si se hicieran por un desconocido o por un enemigo. Aquellos que argumentan que el amor demanda la auto-negación deben sostener la bizarra creencia de que a uno le es indiferente si la persona amada está sana o enferma, siente alegría o tristeza, está viva o muerta.
Se asegura muchas veces que el amor debe ser incondicional y que deberíamos amar “a todos como hermanos”. Vemos esta idea promovida por la profesora de escuela “no-discriminadora” que le dice a sus alumnos que quienquiera que traiga una tarjeta de San Valentín para otro estudiante, debe traer tarjetas para todos. La vemos en el sorprendente dictamen de “Odia el pecado, pero ama al pecador”, que llevaría a que odiemos los campos de concentración pero enviemos a Hitler una caja de chocolates Godiva. La mayoría de personas están de acuerdo en que tener relaciones sexuales con una persona que uno desprecia es una locura. Sin embargo de alguna manera, cuando la misma idea de fondo se aplica al amor, la gente lo considera noble.
El amor es demasiado precioso para ser entregado indiscriminadamente. Es sobre todo en el tema amoroso que el igualitarismo debe ser repudiado. El amor representa un intercambio excelso -un intercambio espiritual- entre dos personas, con el propósito de beneficiarse mutuamente.
Tu amas a alguien precisamente porque él o ella es de valor- un valor personal para ti, determinado por tus estándares- tanto como tú eres de valor para él o ella. Es la visión de que debes dar amor incondicionalmente -la visión de que no lo mereces más que un fulano al azar, la visión de que no es una respuesta a algo en particular en ti, la visión de que no tiene origen ni causa- lo que ejemplifica la más innoble concepción de esta experiencia sublime. La naturaleza del amor crea ciertas demandas en aquellos que desean disfrutarlo. Debes considerarte a ti mismo digno de ser amado. Aquellos que esperan ser amados, no porque ofrezcan cierto valor positivo, si no porque no lo poseen-es decir aquellos que exigen amor como un deber altruista- son parásitos. Alguien que diga “quiéreme sólo porque yo lo necesito” busca un valor espiritual no merecido -de la misma forma que un ladrón busca riqueza no merecida. Para citar una famosa línea de El Manantial: “Para decir ‘Yo te amo’, uno debe primero aprender a decir el ‘Yo’”.
El Día de San Valentín, con sus coloridas tarjetas, deliciosos chocolates y lencería de seda, da forma material a este valor espiritual. Es un momento para que hagas una pausa, ignores las trivialidades de la vida, y celebres el placer interesado de ser digno del amor de alguien y de haber encontrado a alguien digno del tuyo.
Gary Hull, Ph.D. en filosofía, es un escritor senior para el Ayn Rand Institute en Irvine, Calif. El Instituto promueve la filosofía de Ayn Rand, autora de La rebelión de Atlas y El Manantial. Traducido por Juan Fernando Carpio. Copyright © 2003 Ayn Rand® Institute (ARI). Todos los derechos reservados.
Leave a Reply