El P.I.B. mide consumo, no producción

¿Crecimiento?

El PIB contabiliza los bienes finales de la economía y deja por fuera los bienes intermedios así como el ahorro que nutre la estructura productiva de un país. Eso es un error. No digo con ello que el PIB no sea una medida válida de “algo”. Pero no es la medida de la producción. ¿Qué problemas hacen al PIB un indicador casi inservible? Varios. Cuando uno compra un bien final, no viene “incluído en él” todo el proceso, tiempo, materiales, etc del proceso de producción. Cuando uno compra un bien final, compra el bien y nada más. Da igual si lo produjo un robot, cien trabajadores, fue hallado en el paisaje o lo produjo un genio como Michelangelo. La visión platónica-heracliteana de que un objeto es el objeto más otras cosas, debe ser rechazada. Para llegar a producir bienes hay procesos, tiempo, trabajo e insumos, sí. Pero no están incluídos de forma fantasmagórica en ellos. Como dijo J. S. Mill en su momento, “demand for commodities is not demand for labour“. Por tanto, vienen dos conclusiones inmediatas:

1) La producción de bienes intermedios debe ser contabilizada aparte, y sobre todo, como ya dijeron los clásicos, representa la mayor parte del gasto en una economía: el gasto productivo (inversión). De esa forma el político ya no puede darse el lujo de pensar que “el consumo tira de la producción y el empleo”. Al contrario, la producción habilita empleo y consumo, como explica la Ley de Say.

2) Uno no compra el trabajo de los demás al comprar un bien. Por ende, el consumo no lleva al pleno empleo, como se nos quiere vender desde la visión keynesiana. Si la mayor parte del gasto en una economía es productivo, significa que el sostenimiento y creación de capital son las tareas mayoritarias en una economía. Eso, es la visión produccionista y no consumista de la contabilidad nacional y el empleo. Un estudio del Department of Commerce de EE.UU. muestra que en 1986 por ejemplo, 43% de la actividad económica (los bienes intermedios) ni siquiera constan en el PIB. Con un indicador así es comprensible que nueve de cada diez economistas sean ideológicamente consumistas*, es decir, cortoplacistas e indiferentes al rol social del ahorro.

*Esto trae brutales consecuencias para el bienestar, la paz social y la ecología en forma de inflación, ataques al ahorro, redistribución de pobres hacia ricos y productos menos duraderos.

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